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VHeadline.com O como apoyar la revolución mediática y no morir en el intento

Por Larry Nieves | El Liberal Venezolano

07.06.05 | VHeadline.com es una de esas publicaciones electrónicas alternativas y totalmente independientes que pululan en la red hoy en día. Sin embargo, VHeadline recibe financiamiento directo del gobierno venezolano (al menos a través de anuncios publicitarios), hecho que pone en duda su supuesta imparcialidad e independencia al informar sobre los acontecimientos venezolanos. Es claro que, tarde o temprano, el patrón intentará dictar los términos de la relación comercial (con todo el derecho) y poner bajo su control, directa o indirectamente, el contenido y la política editorial de cualquier medio que financie. Después de todo, ¿financiaría usted un medio que no se ajuste a sus deseos en términos de la imagen y contenido que desea poryectar al público?

Pues parece ser que la gente de VHeadline están siendo víctimas de la natural tendencia del Estado de controlar y regular todo lo que está a su alcance. inexplicable indignación y con un rimbombante y alarmante título, Roy Carson, editor de VHeadline, escribe:

es decepcionante para VHeadline.com que el Ministerio de Comunicación e Información (MCI) intenta imponer a VHeadline.com como publicación con sede en el exterior, una serie de condiciones y reglamentos que no se pueden tolerar bajo ninguna circunstancia… y mucho menos por el gobierno mismo….en sus relaciones con otras publicaciones extranjeras.

Por supuesto, la culpa del asunto no es de los que dirigen, sino de los conspiradores subalternos cuartorepublicanos:

Este contratiempo sirve para ilustrar que, a pesar de los esfuerzos sobrehumanos del Presidente y sus ministros y los deseos del pueblo venezolano para avanzar hacia un futuro más prometedor, la estructura del gobierno venezolano parece una gelatina gigante, envuelta en un pan de hamburguesa, en cuya parte superior está sentado peligrosamente el Ejecutivo, encima de una masa inestable. Dicha masa aplasta a los decentes ciudadanos comunes quienes no entienden muy bien el funcionamiento del gabinete, dentro del marco de la democracia participativa, que está todavía en desarrollo.

Lamentablemente, la gelatina consiste principalmente de individuos cuya lealtad hacia los principios democráticos no es tan comprometida como cree su empleador. Existen niveles en el medio de la administración venezolana, que representan sus propios intereses y tal vez son tan corruptos como en gobiernos anteriores. Debe ser sumamente frustrante para el equipo ministerial depender de empleados inútiles que sabotean cada avance hacia reformas necesarias; de burócratas cuyo placer principal es bloquear procedimientos legales dentro del sector público y que forman una parte clave de la administración del gobierno.

No me deja de impresionar como las mismas víctimas de los métodos y maneras revolucionarias se exigen al máximo para descargar a la élite que gobierna de la responsabilidad de todo lo que sucede en la administración pública. Según ellos, los virtuosos gobernantes y ministros no pueden llevar a cabo la revolución, por culpa de los retrógados funcionarios de nivel medio que todavía no han sido depurados de los males morales de la cuarta república. ¡Si tan sólo contáramos en las filas de la burocracia con el mismo grado de virtuosidad y moralidad de nuestros supremos líderes!

Vale decir que esta no es más que una racionalización, una forma de evadir la realidad de aquellos que se ven enfrentados con la patente ineficiencia y corrupción de la particular variante de colectivismo que quieren imponer en Venezuela. Ante el fracaso y la decepción no les queda otra que buscar culpables en otros lares.

La realidad, sin embargo, es otra. El Estado, sin importar cómo esté organizado internamente, y quiénes sean los que lo conduzcan, tiene una tendencia natural a crecer cada vez que puede y a imponer cada vez más regulaciones y mandatos sobre sus súbditos. Esto es así porque cada actuación del Estado produce resultados indeseables desde el punto de vista de quienes impulsan dicha acción. Estos "efectos colaterales" pueden deshacerse si se deshace la intervención inicial, o pueden intentar ser resueltos con una nueva intervención. El Estado, invariablemente, optará por la segunda alternativa, porque esta representa un aumento de su poder e influencia.

Si quieres seguir chupando de la teta del Estado tienes que atenerte a los designios del autócrata. Tan simple como eso



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